A
escala geológica quince mil años son apenas un suspiro, un pequeño intervalo de
tiempo en los más de cuatro mil quinientos millones de años de antigüedad del
Planeta Tierra.
Sin embargo para el ser humano suponen casi una eternidad.
Baste tener en cuenta, por ejemplo, la duración de una generación, que
tradicionalmente se enmarca en el lapso temporal de veinticinco a treinta años,
resultando que en una centuria, y según momentos de la historia, puede haberse
dado el caso de hasta cuatro generaciones distintas, que serían cuarenta en mil
años, cuatrocientas en diez mil y seiscientas en quince mil…
Pues
bien, quince mil años son el espacio temporal que encuadra un período de la
humanidad que transcurrió en Europa hace ahora hace entre 40.000 y 25.000 años.
Los
restos fósiles humanos, siempre escasos, vienen acompañados por material
arqueológico, por estudios palinológicos y paleontológicos, que pueden ayudarnos
a recomponer hasta cierto punto el conocimiento de un tiempo que se prolongó
tanto, que supera en mucho al que ha transcurrido entre el surgimiento de la
agricultura-ganadería y nuestro presente, y que en cualquier caso, a fecha de
hoy, sigue dejando un hueco, un vacío de enormes proporciones que apenas puede
aproximarnos a la realidad de aquel tiempo olvidado.
La
dualidad Musteriense-Auriñaciense
encajó bien en la forma simplista de estructurar dos modelos culturales que,
atendiendo a los dos tipos humanos entonces existentes en Europa, parecía
cuadrar a la perfección. Pero los mismos arqueólogos inciden en el hecho de que
más que culturas o etnias adscritas a unos determinados períodos, la industria
lítica o las manifestaciones artísticas de los humanos prehistóricos deben
entenderse mejor como tecnocomplejos, usos y prácticas de una tradición que
pudieron ser empleados por multitud de “culturas” y etnias en un lapso temporal
amplísimo y, por ende, extremadamente diverso.
Lo
que a grandes rasgos sí podemos aventurar es que esos quince mil años
supusieron el fin de un “tiempo”, el tránsito de un mundo hasta entonces
particular hacia otro nuevo, en que las condiciones imperantes iban a cambiar
de forma sustancial.
El
ser humano moderno u Homo sapiens
había salido del continente africano hace ahora unos 100.000 años, coincidiendo
con el inicio de la última glaciación. La extrema aridez, provocada por el
aumento de los hielos, debió producir una crisis poblacional en las sabanas
africanas que poco a poco irían notando los efectos, llevando a sapiens a la
migración transcontinental.
H. sapiens llegó pronto al
Próximo Oriente, y allí pudo adaptarse a ecosistemas esteparios a los que
neandertal no estaba tan preparado, y probablemente siguiendo a las manadas de
herbívoros, arribó a Europa Oriental hace 45.000 años, donde parece comprobada
su presencia en Kostenski (Rusia). No es descartable incluso que accediera a la
Península Italiana desde el norte de África, a través de pequeñas escalas
marítimas en una costa entonces mucho más próxima entre ambos continentes, tal
y como parece sugerir la existencia de restos humanos modernos o sapiens de
hace entre 45 y 43.000 años en Grotta del Cavallo (sur de Italia) a partir de
nuevas dataciones), y es que no podemos olvidar que H.sapiens supo apañárselas para llegar hasta Australia hace
60/50.000 años, vía marítima, desde la plataforma continental de Sundalandia.
Por
lo tanto la llegada de H.sapiens a
Europa hay que contemplarla como la de una nueva “especie” adaptada a las
nuevas circunstancias, como parte del relevo faunístico de especies de clima más
frío o estepario, véanse mamuts, rinocerontes lanudos, renos, saigas, etc.
Comenzó
ocupando los espacios inhabitados o poco frecuentados por neandertales, las
llanuras esteparias frías de Europa y aquellas cadenas montañosas donde
neandertal ya no estaba presente o era muy escaso.
Sin
embargo, y en contra de lo que muchos autores han mantenido hasta hace bien
poco, el estudio del hombre de neandertal nos está revelando a un tipo humano
avanzado y equiparable en todos sus aspectos a nosotros. No me canso de hacer
hincapié en cómo sigue planeando sobre él la sombra del estereotipo de humano
menos evolucionado, incapaz de presentar características u obtener logros
exclusivamente atribuibles a sapiens modernos.
A
neandertal se le había negado incluso la capacidad del habla, y han tenido que
ser descubrimientos extremadamente precisos y dificilísimos de obtener los que
han terminado por decantar la balanza a favor de este pariente, al que muchos
siguen resistiéndose a aceptar como al menos igual de evolucionado que
nosotros.
Caigan
una vez más en la cuenta de lo extremadamente difícil que es obtener ya no
pruebas, sino tan sólo restos de una especie de hace cuarenta mil años o más,
en número suficiente como para extraer conclusiones definitivas, y aun así, el
empeño y la constancia han dado sus frutos, encontrándose evidencias claras de
elementos corporales y pautas de concepción simbólica y artística que prueban
que, si se han verificado, eran mucho más comunes de lo que nos pueda parecer.
Y
es que, hilando fino, se tuvo que hallar un hueso hioides de la laringe en el
yacimiento israelí de Kebara, prácticamente indistinguible de un sapiens
moderno, el desarrollo de dos zonas cerebrales relacionadas con el lenguaje en
cráneos neandertales de Atapuerca (áreas de Wernicke y Broca), y el mismo gen
responsable del habla que en Homo sapiens, el FOXP2, entre la secuencia
genética de los neandertales de El Sidrón (Asturias) de hace más de 45.000
años, para comenzar a aceptar entre la comunidad científica la evidencia de que
neandertal era capaz de mantener un lenguaje similar al nuestro.
Hombre de Neandertal (Homo neandertalensis). |
Y
voy a ir más allá, llámenme atrevido si lo desean: ¿Por qué la tremenda
explosión cultural de hace 45.000/35.000 años?, ¿qué ocurrió precisamente en
las fechas de convivencia entre humanos modernos y neandertales para que se
produjese un cambio tan drástico y significativo hasta entonces inexistente?
No
me estoy refiriendo exclusivamente a la concepción simbólica, al arte o a la
industria lítica, sino que resulta cuando menos sorprendente que pautas
encaminadas hacia procesos de domesticación, como el seguimiento de
determinadas especies animales, el amplio espectro alimenticio basado en piezas
menores como el conejo, la recolección o el marisqueo, estuvieran ya presentes
en poblaciones neandertales desde hace 150.000 años (Cueva del
Bajondillo-Málaga), y de pronto, tras el contacto con el sapiens moderno, también
nos encontramos con las más tempranas evidencias del primer lobo domesticado, o
dicho de otra forma, el primer perro, que aparecen en Goyet (Bélgica) hace
32.000 años.
Hasta
no hace mucho se pensaba que los primeros indicios de la domesticación del lobo
estaban datados en Cayönü (Turquía) hace 9.000 años, después se tomó nuevamente
en consideración los restos de niveles zarzienses de Pelegavra (Irán), con
12.000 años de antigüedad, y ahora encontramos probada su domesticación
temprana en la Cueva de Goyet (Bélgica) hace 32.000. ¿Qué nuevos
descubrimientos harán tambalear la concepción actual en un futuro?
Los
procesos tempranos de domesticación no surgen repentinamente en un punto del
Oriente Próximo hace doce mil años, como normalmente se cree, sino que son el
fruto de una tradición o pautas ancestrales.
Para Testart (1982), por ejemplo, la verdadera revolución acontece antes
de la domesticación plena de los recursos, siendo la agricultura y la ganadería
parte de un proceso prehistórico muchísimo más amplio que al final desemboca en
una dependencia total de los domesticados en el Neolítico, existiendo incluso
claras evidencias de patrones sedentarios desde al menos fases tan tempranas
como hace 17.000 años en Egipto.
Los
sistemas económicos de rendimiento aplazado basados en la caza, pesca y
recolección, presentan un nivel de desarrollo y complejidad equiparable al de
los primeros productores de alimentos. Y esto debió ser así seguramente desde
tiempos solutrenses y magdalenienses.
Perros y caballos |
No
nos resulte tan extraño, pues, que prácticas de seguimiento de especies
determinadas y el amplio espectro fueran ya una pauta común entre los
neandertales, y que de ellos aprendieran los sapiens, que más tarde, llevaron
al extremo esta circunstancia dando origen a la domesticación en Oriente
Próximo, mientras que estas novedades agrícolas-ganaderas, pese a la bonanza
climática de otras zonas del mundo en que sapiens habitó (la mayor parte de África y Asia), fueron
importadas allí en milenios muy posteriores, hasta el punto de que todavía hoy
en muchos de estos territorios siguen existiendo comunidades
cazadoras-recolectoras.
No
les escandalice tampoco que cada vez con más frecuencia aparezcan pruebas de
estos indicios de un temprano proceso de seguimiento y control de las especies
durante el Paleolítico Superior de Europa, como las placas y bastones
perforados de La Quina, usados supuestamente como arneses de caballos, o los
desgastes dentarios de incisivos en fósiles equinos del mismo yacimiento y en
el de Le Placard, paleopatologías dentarias conocidas en las formas domesticas
actuales, desgastes anormales que son considerados como “vicios de establo”, o
las mismas representaciones paleolíticas en las que aparecen caballos portando
lo que parecen arcaicos arneses, sogas, e incluso representaciones de
cerramientos para el control de los équidos, así como pelajes distintos entre
los componentes de la manada (incluso a grandes manchas) que sugieren un temprano
proceso de “domesticación”.
Venus gravetiense. |
En
definitiva, una gran explosión cultural, tecnológica, simbólica y hasta de uso de los recursos, que
se gesta a partir del contacto poblacional entre sapiens y neandertales, en un
período de unos 15.000 años en Europa.
Pero,
visto lo visto, ¿barrió del mapa a neandertal un sapiens menos vigoroso
físicamente hablando, que apenas empleaba algunos pigmentos ocres sobre huesos
y realizaba toscos grabados sobre los mismos en su zona de dispersión, o por el
contrario, este último se benefició del contacto con la cultura neandertal que
ya usaba plumas y pinturas como adornos corpóreos, pintaba en las cavernas,
enterraba a sus muertos, rendía culto al oso cavernario, y hasta pudiera ser que gozara ya de la música
a través de sencillos instrumentos?...
¿Por qué se
extinguió entonces el hombre de neandertal?...
Crédito de imágenes:
Foto 1: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 2: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 3: Miguel Llabata.
Foto 4: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 5: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
Foto 6: Archivo libre de derechos de Wikimedia Commons.
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